Números Lección 20 Capítulos 16, 17, y 18

Números

Lección 20 Capítulos 16, 17, y 18

La semana pasada nosotros concluimos Números 15 al estudiar con detenimiento el remedio de Dios para la tendencia de las personas de Israel de ignorar Sus leyes y mandamientos. Esta cercanía casual que muchos de los Israelitas habían tomado hacia la nueva Ley de Moisés dada, fue representada en la historia del hombre reuniendo la leña para el fuego en el Shabbat. Y, el resultado trágico era que el hombre fue ejecutado por esta ofensa en contra del mandamiento del Señor de no hacer fuego, o de trabajar, en el Shabbat. Es evidente que de este incidente, el hombre no había realmente comenzado un fuego; el había meramente recogido la leña. Por lo tanto, esta historia igualmente resalta los principios que la desobediencia para con Dios trae muerte, y esa INTENCIÓN, aun si la acción intencionada nunca está completamente hecha, juega un papel principal en Dios determinando la severidad de un pecado y por lo tanto la consecuencia que va con la misma.

Y, el remedio que Dios ordenó fue, en esencia, un medio de memoria. Un recordatorio visible para cada israelita que Dios es firme con Sus leyes, y que las consecuencias para la desobediencia pueden ser severas. Los Tzitzit, lo que la traducción en español generalmente llama flecos, era el medio para recordar o traer a memoria.

Cada Israelita varón debía ponerse los Tzitzit; una borla hecha de hilos blancos, envueltos alrededor de un hilo de lana azul, y luego puesto en las esquinas del vestido de uno. Aunque las Escrituras no tocan específicamente el asunto de la mujer al respecto, el mismo era aparentemente considerado opcional y permitido para la mujer pegar un Tzitzit a su vestimenta.

El efecto deseado del Tzitzit sobre las personas no era del todo sobrenatural. El Tzitzit no tenía ningún poder, y los mismos no tenían lugar en el ritual. Más bien los mismos tomaban un lugar en el sentido más poderoso de los humanos, la vista, la meta de lograr recordarles a los Israelitas los mandamientos de la Torá para que ellos no se pusieran en riesgo de ofender a Dios y luego tener que sufrir castigo divino o civil.

Pero, el Tzitzit también era una señal; una señal de santidad. Aún más específicamente, los mismos simbolizaban una medida de nobleza y una medida de servicio sacerdotal al que todo israelita estaba honrado en tener, y esperaba mantener. La clave para entender los Tzitzit es que los mismos eran una excepción a la prohibición en contra del uso de los Israelitas de ponerse ropa hecha de dos clases diferentes de material. La Ley era que uno podía ponerse solo lana o solo lino; pero los dos no podían ser mezclados. Aunque, como la tribu de Levi había sido separada aparte de Israel, y había sido asignada una obligación especial como los siervos y sacerdotes designados de Dios, el Sumo Sacerdote y los sacerdotes regulares tenían unas cuantas piezas de ropa que ERAN hechas de la mezcla de lana y lino; esta mezcla de materiales es en hebreo, sha’atnez.

El Tzitzit era la ÚNICA pieza que los Israelitas comunes podían ponerse que era sha’atnez. Y, era la única pieza de esta clase que podía ser usada FUERA de los terrenos del Tabernáculo.

La razón para esto es la ley que dice que cualquier articulo santo solo puede ser usada cuando estas en el precinto del Templo (o en los días de Moisés, el Tabernáculo del Desierto). Articulos sagrados de cualquier clase tenían que permanecer en los predios del patio del Tabernáculo o el Templo, porque esa era la única tierra santa. Si algún artículo sagrado era tomado, o usado, fuera del precinto santo, ese artículo llegaba a ser contaminado. Pero, lo opuesto también era cierto y tenía que ser igualmente cuidado que no pasara: cualquier artículo común que era ofrecido a Dios, o usado en el servicio a Dios, llegaba a ser santo. Y, esto presentaba sus propios problemas y consecuencias.

Ahora, al nosotros movernos a los próximos capítulos de Números, nosotros vamos a encontrar varios de estos principios encontrados en Números 15 en acción.

Números capítulos 16, 17, y 18 son una unidad. Los mismos son solo una larga historia que los estudiosos cristianos hace mucho tiempo atrás dividieron en unidades más cortas a los que nosotros llamamos capítulos. Esta historia en mi opinión ha sido muy dividida en pedazos, y por lo general nosotros leemos el primer capítulo de la unidad, y más tarde la próxima, y más tarde la 3ra. Por lo que nosotros vamos a tomar hoy una estrategia inusual y vamos a leer los 3 capítulos uno detrás del otro sin parar para comentar o estudiar. Luego, después que los hayamos leído vamos a regresar y vamos a comenzar analizar minuciosamente todo lo que ocurre en estos versos.  

Antes que nosotros comencemos permítanme darles una pequeña introducción de lo que estos capítulos tratan, para que les ayude a saber lo que tienen que buscar. Esencialmente esto todo tiene que ver con la naturaleza indispensable y el propósito del sacerdocio y el lugar inflexible intencionado que el sacerdocio ha de tener en la vida nacional de Israel. Y ese lugar especial de santidad superior que la tribu de Levi posee, con el subgrupo dentro de Levi llamado el Sacerdocio en la cumbre de la jerarquía de la santidad; esto va ser demostrado por medio de la ley y el relato de la historia de la rebelión en contra de la jerarquía santa ordenada por Dios.

Cuando Jehová le dió la Ley primero a Moisés en el Mt. Sinaí era más que una teoría idealista para el pueblo de Israel. No solo esas leyes eran una lista larga de cosas que podian hacer y no podian hacer, rituales y prácticas, crímenes y castigos, establecido para que Israel pudiera obedecer; pero ellos ninguno entendió como estas iban aplicar a la vida diaria, ni (en muchos casos) porque ellos tenían que hacer (o no hacer) estas cosas en primer lugar. Además una porción mayor de ellas no podían ser practicadas hasta que Israel estuviera en la Tierra Prometida (de hecho algunas de las leyes tenían como preámbulo las palabras “DESPUÉS de entrar a la tierra”). ¿Qué posible propósito útil podía servir algunas de estas regulaciones extrañas (al menos eran extrañas para la sociedad típica del Medio Este)? Muchos de estos mandamientos y ordenanzas parecen arbitrarios y caprichosos y demasiado difícil.

Es como cuando nosotros somos adolescentes y nos estamos preparando para la licencia de conducir. Y nosotros teníamos que leer ese molestoso libro pequeño que habla de las leyes de tráfico y teníamos que quedarnos con el mismo hasta que pasáramos el examen para así poder obtener nuestra licencia y poder participar en ese rito Americano de pasar a la adultez: guiar un carro.

Pero el propósito de estas leyes de tráfico era en ocasiones un misterio para nosotros. De hecho muchas de ellas parecen ser más bien ridículos por lo que nosotros no teníamos ningún plan de obedecerle cuando finalmente obtuvimos nuestras licencias y comenzamos a guiar sin nuestra madre o padre a nuestro lado. Para la mayoría de nosotros nos tomos una serie de multas, choques, y alzas en la póliza de seguro antes de que nosotros entendiéramos que a) las leyes son reales y no solo teoría, y b) las consecuencias por violar esas leyes…..ya fuese que las viéramos como sabias o estúpidas…..podían ser desde irritantes a severas.

En otras palabras los principios tenían que ser puestos en práctica para movernos de teoría a realidad. Si la Ley había sido dada a Israel y ellos se sentaban cómodamente a los pies del Mt. Sinaí; si ellos solo reunían el maná que Dios le proveía todos los días, mirando todos los días al majestuoso tope de la montaña sobre cual la Ley fue dada, y criaban a su ganado en paz y calladamente, la mayoría de la Ley hubiese permanecido solo una teoría para ellos. Ellos necesitaban moverse hacia adelante, experimentar la vida, tratar con las circunstancias diarias de la vida, enfrentar dificultades y retos, aguantar adversidades, tropezar y caer, y hacer elecciones difíciles y menos clara para que así la sabiduría y el propósito de estos propósitos divinos llegaran a ser real; y para que los israelitas aprendieran como aplicarlos para que los mandamientos de Dios llegaran a ser un asunto establecido en sus mentes y en sus corazones.

Así mismo es en nuestro caminar cristiano con el Señor. Es una jornada, no estar sentado. Si nosotros aceptamos a Yeshua y después nunca nos movemos hacia adelante, aceptamos riesgos, tomamos el camino que parece un poco terrible; si nosotros solo nos quedamos en un lugar de solo amabilidad, y provisión, y comodidad, entonces todo lo que Él Mesías quiere que nosotros sepamos va a permanecer como una teoría. Un buen pensamiento; un sentimiento cómodo y bueno.

Es solo cuando nosotros nos levantamos y seguimos hacia adelante, poniendo en práctica esos principios de Dios que son reales para nosotros y comenzamos a ver su propósito y perfección. Es nuestra experiencia la que solidifica nuestra confianza y afirma nuestra fe.

La historia que nosotros estamos a punto de comenzar a leer comienza con otra serie de rebeliones hechas por el pueblo de Israel en contra de Dios. Ellos no lo ven como una rebelión en contra de Jehová, ellos lo ven como un levantamiento en contra del mero hombre: Moisés y Aarón. Y que error esa percepción es, como pronto van a darse cuenta.

Al leer la historia siempre mantén en mente que Moisés es el Mediador de Dios entre la humanidad y Él Mismo, y Aarón es el Sumo Sacerdote de Dios otro (pero de un rango un poco más bajo) mediador. Piensa en esto de esta manera: Moisés es el equivalente del Antiguo Testamento de Yeshua el Mesías. Ahora, claro que, esa analogía solo puede ser llevada hasta cierto grado pero la característica primordial en común es que Moisés y Yeshua eran los Mediadores nombrados por Dios. Ellos tenían un estatus especial que ningún otro hombre había tenido, o que jamás tendrá.

Y al igual que tantas personas tolerantes, en nuestros días, hablan sobre el respeto para Jesús pero no creen en su papel especial como Mediador y Salvador, así mismo los Israelitas del tiempo de Moisés generalmente tenían respeto para Moisés como líder humano, pero muchos todavía no captaban su estatus supremo e incomparable como Mediador divinamente ordenado. El no entender la posición superior que Moisés tenía les costaría a muchos Israelitas su vida.

Vamos a leer Números capítulos 16, 17, y 18.

LEER NÚMEROS capítulos 16, 17,18 todos (uno detrás del otro)

Al nosotros comenzar el capítulo 16 nosotros tenemos unas personas que han sido desmoralizados con el reporte de los 10 exploradores, rebelándose por miedo y consecuentemente Jehová castiga a las personas regresándolas al Desierto; y muchos permanecieron desilusionados e infelices. Aún más hubo una orden de división de obligaciones dadas por Dios y también un cambio de estatus y un establecimiento de rango y orden dentro de Israel que eleva a algunas personas y pone por debajo a otras. La situación es tensa y está comenzando a salirse de control; y esos hombres quienes se suponen que sean los líderes y los ayudantes de Moisés, ahora se han convertido en anti-líderes y han fomentado una rebelión. Como todos nosotros sabemos y hemos sido testigos, sino parte de, las personas a punto de pánico o desesperación son fácilmente llevados por el hombre para ansiosamente usar esos temores y obtener agendas personales y deseos escondidos de poder. Y a este caos llega Coré, Datán, y Abiram; su meta es asumir control del poder central de Israel, el Sacerdocio. Esto es una mezcla de aliados bastante interesante; Coré es un Levita de la línea de Coat. Por otro lado Datán y Abiram son de la tribu de Rubén. ¿Por lo que, como es que este grupo de expertos llegó a unirse? Ellos acampaban juntos en el lado sur del campamento Israelita. Ellos vivían uno al lado del otro por lo que sus vidas estaban entremezcladas. Ciertamente los Levitas vivian mas cerca, y por lo tanto en el círculo de tribus y clanes más santo que rodean y protegen el Tabernáculo. Pero la proximidad cercana obviamente trajo a estos dos grupos en constante contacto.

Aunque estos no eran los únicos involucrados en este golpe de estado; se nos dice en el verso 2 que 250 hombres de Israel…..lideres de varias otras tribus…….se fueron del lado de Coré, Datán, y Abiram. Según los recuentos es claro que es el Levita Coré el instigador mayor.

En un rato vamos a ver que Datán y Abiram, de la tribu de Rubén, tenían una agenda un poco diferente a la de Coré. Pero en el momento en que se unen en sus acusaciones en contra de Moisés y Aarón, quienes generalmente son vistos como un equipo (despues de todo, son hermanos). Y su acusación es que Moisés y Aarón han tomado mucho poder para ellos mismos y han establecido demasiadas reglas que los ponen a ellos y sus familias sobre los otros. Ellos también afirman que ellos mismos se nombraron. Pero va más allá y lo que ellos luego reclaman es un insulto directo de lo que nosotros leemos al final del capítulo 15, sobre los Tzitzit.

Para este momento toda la gran mayoría de Israel estaba usando los Tzitzit. Y para algunos se les subió a la cabeza.

Ellos aparentemente entendieron (aunque en una manera torcida) que el usar los Tzitzit les traía una medida de nobleza y un estatus sacerdotal; y ahora ellos querían aprovecharse de eso. Por lo que ellos dijeron, “oye Moisés, toda la comunidad es santa, no solo tú y Aarón.” Ellos dedujeron (claro que por razones propias) que con el uso de los Tzitzit que ahora ellos eran de igual estatus con el Sacerdocio, y con Moisés. Ellos estaban equivocados.

Ahora nosotros comenzamos a ver porqué el Levita, Coré, era el que estaba dirigiendo el levantamiento. Como Levita del clan de Coet, Coré no era elegible para ser un sacerdote. Los sacerdotes cargaban la autoridad mayor y el estatus más alto, por lo que Coré estaba celoso. Ninguno de los de su clan era elegibles para ser sacerdotes. Permítanme recordarle que al igual que la tribu entera de Levi estaba dividida y separada de Israel, así mismo la tribu de Levi estaba dividida en dos grupos: los Sacerdotes (que salían SOLO de la línea de Aarón), y los restantes Levitas quienes trabajaban para los sacerdotes. Esos Levitas restantes de los cuales Coré era uno eran guardias, y músicos, y transportaban en el Tabernáculo cuando se movía, y trabajaban en el mantenimiento de los predios del Tabernáculo. Pero NUNCA ellos llevaban a cabo rituales o se ponían vestimentas sacerdotales para entrar a la Tienda del Santuario, todas estas actividades mostraban un estatus mayor que lo que le era permitido a un Levita regular. Por lo que de Números en Adelante cuando nosotros vemos la repetición de la frase “Levitas y Sacerdotes” no es dos maneras de decir la misma cosa, esto está hablando de dos grupos diferentes cada uno con niveles de estatus diferentes, y por consiguiente diferentes gradientes de santidad.

Por lo que Moisés instantáneamente divisa una prueba como medio para demostrar el estatus santo superior del Sacerdocio versus el estatus santo inferior de los restantes Levitas, y aún más bajo el de los Israelitas comunes……aun CON la nueva autorización del uso de los Tzitzit. Y la prueba es que cada uno debe traer un incensario, lleno de carbón en llamas e incienso, y ellos deben ser presentados al Señor a la puerta de la Tienda del Santuario. Moisés incluye una advertencia en esto al decirle a Coré y a sus seguidores que no es Moisés y Aarón quienes han extralimitado su autoridad, sino que son aquellos quienes han retado a los hombres que Jehová ha instalado como líderes de Israel.

La manera en que la prueba funciona es que Dios va a permitirle acceso (presumiblemente adentro del Lugar Santo, ese lugar en frente de la Tienda) a aquellos cuyos incensarios ÉL acepte. En otras palabras, Coré quiere que él y sus hombres sean los Sacerdotes, y la indicación mayor de un sacerdote es que él obtiene acceso a Dios por medio de poder entrar adentro de la Tienda Santa.

Ahora, ya ha sido claro en la Ley que SOLO los Sacerdotes pueden presentar incienso al Señor, y cualquier otro que intente hacerlo lo hace a su propio riesgo. En el verso 9 Moisés trata de recordarle a Coré y a esos Levitas que Dios ya les ha dado un gran honor en ser escogidos y separados de Israel como Sus propios siervos, y que su servicio al Sacerdote es igual al servicio a ÉL. Y esos Levitas, aun aquellos asignados a las tareas más bajas, están un paso sobre la santidad y privilegio de cualquier otro de los miembros de las otras tribus Israelitas.

Luego en el verso 12 la historia toma un giro. Moisés manda a buscar a Datán y Abiram, miembros de la tribu de Rubén y naturalmente ellos son desafiantes. Aquí nosotros vemos que ellos tenían algo más con Moisés que con Aarón. Coré quería el sacerdocio, y estaba detrás del trabajo de Aarón como Sumo Sacerdote. Datán y Abiram querían el trabajo de Moisés. Recuerda que el fundador de la tribu de Datán y Abiram, Rubén, era el legítimo primogénito de Jacob y por costumbre ellos debían de haber manejado el liderazgo de Israel una vez Jacob muriera.

Y luego en la respuesta más blasfema (que ilustra cuan apartados de Dios y Sus planes para Israel) ellos le dicen a Moisés que Canaán no es la tierra donde fluye leche y miel, sino que era Egipto. Y que la única razón por la que Moisés los trajo fuera de Egipto era para que él pudiera señorear sobre ellos (algo que él no hubiera podido hacer allí). Esto es terminado con un modismo dicho en esos días donde dice, “tu sacarías los ojos”. Eso es, ellos están acusando a Moisés de engañar a las personas sobre la posibilidad de una mejor vida y patria en Canaán.

En la cristiandad se dice en ocasiones que el “pecado imperdonable” es blasfemar al Espíritu Santo y ha habido Fuertes discusiones a lo largo de los siglos de que “la blasfemia en contra del Espíritu Santo” es. Yo no estoy seguro que yo les pueda decir; aunque, yo sí creo que nos acaban de dar un patrón, sino un justo ejemplo, de cómo el pecado imperdonable se ve en acción.

El Señor YA HA redimido a Israel. La obra está hecha e Israel ya no está en las manos del enemigo, Egipto, sino que está seguro en las manos de Dios y está siendo dirigido por Moisés que es SU Mediador designado. Estos rebeldes líderes en Israel dicen que ellos desean dar para atrás su redención, y regresar a las manos del enemigo. Yo creo que ustedes están viendo a dónde estoy yendo con esto. Como creyentes cuando nosotros aceptamos nuestra redención, varios pasajes del Nuevo Testamento lo hacen bastante claro que nosotros podemos, con nuestra propia voluntad, dar para atrás nuestra redención. No accidentalmente. No al cometer un pecado desconocido. Sino que al decidir en nuestras propias mentes que nosotros deseamos lo que el enemigo puede, y con lo que nos ha provisto en el pasado (MÁS de lo que nuestro Dios y Salvador han provisto para nosotros). Aun cuando esto no es la suma total de toda esa blasfemia al Espíritu Santo es, al menos un buen ejemplo.    

Mira; Satanás esta siempre tentándonos y luego acusándonos cuando caemos a su tentación. Pero la meta no es solo ser una espina a nuestros lados; el tentar no es meramente el hacernos caer y luego reconciliarnos con Dios, una y otra vez, volviéndonos locos. Su meta verdadera es cogernos para atrás. Su juego final es hacernos tomar la decisión de entregar la alianza a Jehová y regresar en subordinación al enemigo quien nos tenía, hasta que tomamos la decisión de aceptar nuestra redención. Y eso es porque de la misma manera que con nuestra propia voluntad nosotros primero nos entregamos a Yeshua, con esa misma voluntad nosotros debemos entregar esa redención.

Esto debe estremecernos cuando nosotros pensamos lo que nosotros hacemos cuando, aun en los lugares más secretos de nuestro corazón, (los cuales Dios sabe), a veces anhelamos regresar a los caminos del mundo y a sus placeres y a las comodidades que teníamos. O casi igual de malo, mezclar los caminos del mundo que nosotros tanto hemos disfrutado con los caminos del Reino de Dios.

Coré rechazó su redención. Coré rechazó el Sacerdocio de Dios, el cual era el único medio de expiación. Por consiguiente Coré también rechazó el método de expiación por sus pecados. Datán y Abiram también rechazaron su redención. Otros también lo rechazaron al igual que ellos. Nosotros estamos a punto de ver lo que el rechazo de nuestra redención puede comprarnos.

Pero, antes de terminar por esta semana, permítanme señalar una cosa más: date cuenta que Datán y Abiram eran de la tribu de Rubén. Rubén era el primogénito natural de Israel, y con todo derecho debió de haber sido el lider y autoridad sobre Israel. Pero, unos cuantos de años anteriores, Jacob rechazó a Rubén y lo ignoró y les dió los derechos de primogenitura a Judá y a José, ya que Rubén había tenido relaciones sexuales con las concubinas de Jacob. Estos descendientes de Rubén, después de todo este tiempo, todavía no habían aceptado la voluntad de Dios, dada a través de Jacob, que ELLOS no dirigirían a Israel. Más de dos siglos de amargura estaba a punto de derramarse. El problema para Coré, Datán, y Abiram es que Dios tomó esto personalmente y nada bueno sucede cuando este es el caso.

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