LEVÍTICO
Lección 31 – Capítulo 21
La semana pasada nos adentramos un poco en Levítico 21 y la idea central de esos primeros versículos trataba sobre la muerte y la inmundicia de la muerte. Dejemos claros que este pasaje está hablando a los Levitas y Sacerdotes de Israel no a la población en general. Así que cuando pienses en cómo estos versículos se aplican a ti, tenlo en mente. Sí, sé que en el Nuevo Testamento los Creyentes en Jesús son llamados "un sacerdocio"; pero eso nos está hablando a un nivel más espiritual porque no nos convertimos en Levitas físicos cuando somos salvos, como tampoco nos convertimos en judíos físicos.
La muerte y su impureza ritual son un problema porque Dios odia la muerte; es una abominación para él porque la muerte es anormal. Mientras que en nuestra sociedad nos referimos a una vida media de 80 o 90 años como "normal", y la Biblia dice que la vida ideal para un ser humano es de ciento veinte años, generalmente se dice que una persona que muere a una edad avanzada ha muerto de muerte "natural" (la edad ha hecho que su cuerpo simplemente se desgaste); pero para el Señor los dos términos natural y muerte no van juntos. La muerte y la decadencia resultante del cuerpo humano ocurrieron debido a que el pecado entró en las vidas de Adán y Eva; el pecado resulta en impureza, así que, así como el pecado es anormal para la humanidad también lo es la muerte. Y Dios la trata de esa manera.
Por lo tanto, aquellos que están más cerca de Dios, Sus sacerdotes, reciben severas restricciones cuando están cerca de la muerte. Esto no es un acto de crueldad o una falta de simpatía por parte del Señor; más bien es una demostración e ilustración de la seriedad con la que Él considera la muerte como algo que, para empezar, nunca perteneció a Su Universo. La buena noticia para Sus redimidos es que sólo tenemos que afrontar una muerte física; nuestros espíritus seguirán viviendo con el Señor y nunca echaremos de menos estas frágiles tiendas de carne que nos sirven por el momento.
Volvamos a leer parte de este capítulo.
Leer Levítico 21:1 al 6
El versículo 4 siempre ha planteado problemas a los hebreos. El sentido sencillo de la misma dice sin rodeos que un sacerdote no puede asistir a su esposa si ella muere. En un sentido físico y biológico, esa media docena de parientes a los que un sacerdote puede atender en caso de muerte (madre, padre, hermana, hermano, hijo, hija) son sus parientes de «carne y hueso»; una esposa, aunque normalmente una mujer levita, no era considerada «carne y hueso» de su marido sacerdote. Permítanme decirlo de otra manera: los parientes a los que se le permitía atender a un sacerdote estaban estrechamente ligados genéticamente al sacerdote. Pero una esposa no esta genéticamente ligada a un sacerdote; de hecho, la Torah es muy específica acerca de cuan cerca de un pariente de sangre cualquier israelita podia casarse y una esposa tenía que estar fuera de ese límite para calificar, de otra manera serí considerado incesto.
Estoy seguro de que muchos de ustedes ya están pensando, bueno, ¿qué pasa con el principio establecido en Génesis 2:24, que cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio se convierten en una sola carne? Este es otro caso en el que tenemos que madurar en nuestra fe para poder distinguir entre el sentido espiritual y el sentido físico de las cosas en las Escrituras. El sentido común y la mera observación nos dicen que, literal y físicamente, un hombre y su esposa no se unen mágicamente al pronunciar las últimas palabras de su ritual nupcial y, a partir de ese momento, comparten un conjunto de piernas, brazos, narices, orejas o cualquier otra parte del cuerpo. Este «una sola carne» se entiende más bien en un sentido espiritual y se refiere a una actitud mental que debe adoptar una pareja casada, y hasta cierto punto es una metáfora de la unidad perfecta de la Divinidad.
Los sabios hebreos reconocen que desde un punto de vista espiritual, un hombre y su esposa son como uno, echad, pero separan eso del sentido físico y biológico del mismo. Por lo tanto, la Ley fue aplicada de tal manera que como en todos los casos de regulaciones legales la esposa de un hombre no podía ser un pariente genético cercano, ella también fue excluida del grupo de miembros de la familia que un sacerdote podía atender en su muerte. Más tarde en la historia hebrea esta prohibición fue enmendada por algunos escribas que determinaron que ya que Abraham y Jacob asistieron personalmente a los funerales de sus esposas, entonces también debería estar permitido para un sacerdote levita. El razonamiento detrás de su decisión es interesante; determinaron que, aunque un sacerdote estaría infectado con un grado MUY alto y serio de impureza al asistir a la muerte de su esposa, era su deber razonable hacerlo a pesar de todo. Sin embargo, esto sólo debía ocurrir cuándo el sacerdote y su esposa no tuvieran otros familiares cercanos para enterrarla.
Ahora, encuentro ese razonamiento bastante interesante; porque eso más o menos encarna la idea de que como Creyentes somos hechos limpios, y debemos permanecer separados de cualquier cosa que sea inmunda. 2da de corintios 6:17 «Por tanto, salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor. «Y no toques lo inmundo; y yo te recibiré.
En las Escrituras no hay nada más impuro que la muerte. Sin embargo, se nos ordena, por amor y misericordia, ir a la gente impura de este mundo y llevarles la Palabra de Dios que trae la Salvación: el mensaje del Evangelio. En otras palabras, no es que por hacer lo amoroso y misericordioso de presentar la Buena Nueva estemos de alguna manera exentos de las reglas de limpio e impuro; más bien es que debemos arriesgarnos personalmente a entrar en contacto con los impuros por el bien del Evangelio. El hebreo instó al sacerdote a que, si era necesario, tomara la decisión de arriesgarse a la contaminación personal si era lo necesario, amoroso y misericordioso para cuidar de su esposa muerta.
Te diré que me gustaría que en cierto modo este principio sobre la pureza ritual no fuera así. Desearía que al hacer lo que es correcto o misericordioso o compasivo todas las consecuencias fueran sólo buenas. Hacer lo correcto a menudo puede ser perjudicial para nuestra salud, nuestras relaciones, nuestros trabajos, nuestros ministerios y mucho más. Pero ¿qué clase de confianza en Jehová o qué tipo de amor estamos demostrando si sólo hacemos el bien si nos trae buenas consecuencias? La buena noticia para los Creyentes es que el Agua Viva de Jesús corre sobre nosotros en todo momento. Puede que a veces nos contaminemos, en cierto sentido, por ir a la gente impura y no salva de este mundo y entrar en contacto con ellos; puede que estemos violando las instrucciones de pureza ritual de Dios al poner una mano sobre la prostituta que está en la ruina espiritual, o al cuidar amorosamente al difunto, o al consolar al homosexual que está tan confundido y miserable; pero estoy convencido de que el Agua Viva de Jesús nos lava prácticamente antes de que suceda.
He dicho en varias ocasiones que la única razón para que existan las normas de Dios sobre el pecado y sobre la impureza ritual es el estado caído de la humanidad. Con el paso de los siglos y a medida que el tejido del mundo se ha ido saturando cada vez más de pecado y privaciones, ahora es prácticamente imposible que un hombre (incluidos los creyentes) no cometa pecado en algún momento de su vida, aunque la intención sea siempre ser obediente a los mandamientos de Dios y hacer el bien. A menudo doy el ejemplo de Corrie Ten-boom escondiendo judíos y mintiendo a las autoridades de su gobierno sobre ello porque es uno con el que la mayoría de la gente puede identificarse; la Torá nunca hace una excepción por mentir. Una mentira siempre es un pecado; sin embargo, para que Corrie pudiera hacer un bien mayor (salvar la vida de judíos inocentes), cargó con ese pecado y sus consecuencias eternas. Si ella no hubiera sido redimida por el Mesías, ese pecado de mentir todavía estaría sobre su cabeza por toda la eternidad. Pero porque ella confió en Jesús fue perdonada por ello. El punto es que la mentira seguía siendo una mentira, aunque fuera para bien, el Señor la vio como una transgresión contra Él, y Su justicia demanda un castigo por ello. Nuestro intento de bondad y compasión no niega el requisito de ser obedientes a los mandamientos de Dios. El sacerdote que atendió a su esposa fallecida no evitó contaminarse simplemente porque hizo un acto de amor y compasión; más bien aceptó voluntariamente las consecuencias espirituales y físicas de contaminarse ritualmente como un bien mayor.
Y por cierto entiendan que hay una gran diferencia entre ministrar a los inmundos de este mundo y unirse con ellos. Nunca debemos comprometer los principios de Dios, ni diluir la verdad, ni volvernos uno de los inmundos en nuestro comportamiento para poder ministrarles. No debemos entrar en unión con los inmundos; Pablo específicamente da el ejemplo de evitar relaciones sexuales ilícitas con los inmundos porque el sexo es en sí mismo una unión sagrada. Crear este tipo de unión entre lo limpio y lo impuro se llama tevel, confusión. Es una mezcla impropia (o como la frase que la iglesia moderna prefiere, yugo desigual) que un Creyente siempre debe evitar.
Hay una instrucción bastante interesante en el versículo 5; dice que el sacerdote no debe afeitarse la cabeza ni quitarse la barba ni hacerse cortes en la piel. Cada uno de estos actos eran rituales funerarios paganos cananeos, que Jehová prohibió. Ahora, de hecho, estas prohibiciones han sido instruidas antes como una regla general para que los sacerdotes observen en todo momento, no solo para un funeral. Pero esto en realidad es solo añadir un poco de detalle explicando que incluso durante un tiempo formal de luto los sacerdotes no debían hacer estas cosas. Como recordatorio rápido, lo que se explica aquí es que la cabeza del sacerdote…, es decir, la coronilla de la cabeza…, no debe afeitarse ni arrancarse el pelo. La mención del «crecimiento lateral» de la barba es lo que hoy llamamos «patillas». Los sacerdotes hebreos debían tener la cabeza y la barba pobladas, unidas por las patillas.
Una de las razones de esta prohibición es que, dado que estas mismas reglas también se aplican a la población hebrea en general, con cuánta mayor rigurosidad deben seguirlas aquellos que, como dice el versículo 6: “…ofrecen las ofrendas encendidas al Señor, el alimento de su Dios…”. Si uno va a ser sacerdote de Dios, alguien que se acerca a Él con ofrendas sacrificiales, entonces Sus reglas deben cumplirse con aún mayor cuidado, no con menos. Piensa en tu posición como creyente en Yeshúa y deja que eso te cale un momento. Nuestra redención (comprada a un precio tan alto) no es una tarjeta para librarnos de la cárcel, ni tampoco un pase permanente para evitar las consecuencias de nuestras acciones. (Para los golfistas: no es un mulligan eterno).
Lejos de eso, nuestra redención es un compromiso con nuestro Señor para obedecerle. A medida que hemos estudiado la Torah, ha quedado muy claro que el Señor no esperaba que los no redimidos acataran Sus leyes y mandamientos; la Torah no era para ellos. Más bien fue a aquellos que Él apartó y salvó para Sí mismo a quienes exigió adherencia a Sus reglas y regulaciones. Y aquellos que fueron bendecidos con una cercanía aún mayor a Él, Sus sacerdotes, se esperaba que fueran aún más perfectos.
Por cierto, observen la referencia en ese mismo versículo a llamar a los holocaustos «el alimento de Dios». ¿Comida, para Dios? ¿Dios come comida? Bueno, la cosa es que por muy inspirada que sea la Sagrada Escritura, fueron hombres los que la escribieron. Eran hombres los que la necesitaban y hombres a los que se les comunicaba; así que fue escrita y hablada en términos normales para su sociedad y cultura. A efectos prácticos, todas las culturas conocidas de aquella época ofrecían holocaustos a sus dioses. Utilizar un altar y llevar ofrendas de sacrificio a un dios era algo completamente conocido por Israel mucho antes de Moisés y el monte Sinaí, y no habrían esperado menos cuando Jehová les entregó la Torá.
La palabra utilizada para «alimento» en este pasaje es «lechem». Y lechem es una palabra hebrea muy general y común que significa comida, pero también es la palabra para pan…… y esto, ya que, el pan era su alimento principal. En el pensamiento hebreo, cuando usamos la frase que los cristianos gentiles hemos adoptado tan fácilmente…. «el pan de vida» …el sentido de esta era «el alimento de la vida»; simplemente tenemos una forma común de hablar hebreo que se expone aquí. Y puedes apostar a que, de un modo u otro, los israelitas SÍ se imaginaban a Dios comiendo esos sacrificios como alimento, del mismo modo que se imaginaban a Dios «oliendo» el aroma del humo de los holocaustos cuando se elevaba a los cielos.
Las culturas paganas con las que estaban tan familiarizados les ENSEÑABAN que estos holocaustos eran el alimento de los dioses; que si no recibían esos sacrificios de comida que los dioses literalmente pasarían hambre, y con el tiempo algunos incluso podrían debilitarse por falta de alimento. Que Dios declarara que Israel ya no era pagano no significaba que dejaran de pensar como paganos o de comportarse como paganos. Ciertamente, después de varios cientos de años de vivir lejos de Egipto y bajo la Ley, el concepto de que sólo había un Dios, y de que sus atributos puramente espirituales no necesitaban sustento físico, arraigó con más fuerza entre los hebreos. Pero si leemos la Biblia con honestidad, no hay forma de que pasemos por alto las constantes referencias al estilo de pensamiento pagano de múltiples dioses que permaneció en los israelitas.
Volvamos a leer un poco más del capítulo 21.
LEER LEVÍTICO 21:7 al final
A continuación, está la prohibición de que un sacerdote se case con una mujer que (según la mayoría de las traducciones) sea una ramera o una divorciada. Las palabras hebreas que se suelen traducir como «ramera» son zonah vahalalah; y literalmente significa «degradada por la prostitución». Así que no está diciendo, «no te cases con una ramera», está diciendo, «no te cases con una mujer que ha sido profanada por cualquier acto de prostitución». Hay una gran diferencia de estatus y los rabinos escribieron sobre ello. En pocas palabras, una mujer no era considerada una ramera a menos que practicara regularmente la prostitución o algún tipo de inmoralidad sexual. Una mujer que, una o dos veces, había caído en pecado cometiendo fornicación NO era considerada una ramera. Más bien ella no era de carácter suficientemente ejemplar y puro para ser elegible para casarse con un sacerdote. ¿Ves la diferencia?
Dios establece el principio de que cometer un tipo específico de acto maligno —un acto que no sea característico de tu personalidad o estilo de vida habitual— no necesariamente te identifica como alguien en unión con ese tipo particular de maldad. Sin embargo, es un terreno resbaladizo; no hay mucha distancia entre participar ocasionalmente en un pecado y convertirlo en tu estilo de vida. Ahora bien, si ese comportamiento maligno refleja tu carácter típico, tus deseos y tu conducta regular, entonces ya has entrado en unión con esa maldad y ERES identificado con ese pecado. Puede sonar contradictorio, pero Pablo nos ofrece más reflexiones al respecto.
Pablo nos dice en 1ra de Corintios 6:9 al 10 ¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.
Aplicando los principios de Levítico a esta cita de Pablo vemos que no es que si cometes un acto aislado de idolatría ahora eres etiquetado como idólatra por el Señor y descalificado de la redención. Tampoco uno que se ha emborrachado un pequeño número de veces se convierte automáticamente en un borracho según las normas bíblicas. Más bien es cuando usted se ha entregado completamente a estas cosas que usted gana una etiqueta. Sucede cuando la idolatría se convierte en una forma de vida; cuando emborracharse y comportarse irresponsablemente se convierte en la norma para usted; cuando la inmoralidad sexual se convierte en su estilo de vida; y la misma norma se aplica para todas estas otras ofensas que Pablo nombra. Es cuando has llegado a tal nivel de comodidad con un comportamiento malvado que Dios juzga que has entrado en unión con él de tal manera que Él te ve a ti y a ese pecado como unidos. Tu nombre…tu reputación…se ha convertido en uno con el nombre de ese pecado. Como dije, este es el llamado de Dios no el nuestro. Es Él quien juzga cuando se ha cruzado una línea espiritual; pero a menudo es evidente quién está en gran peligro de cruzar (o ya ha cruzado) esa línea. Y también es bastante evidente para nosotros mismos si calificamos para ser incluidos en ese grupo.
Estoy dedicando un poco de tiempo a este tema porque quiero que todos ustedes puedan mirarse al espejo y preguntarse si es posible que ustedes y algún pecado se hayan convertido en uno, o si son propensos a caer en ese pecado de vez en cuando y están honestamente arrepentidos de ello. También te digo esto porque si en algún momento te has entregado a uno de estos estilos de vida de pecado, pero te has arrepentido en el nombre de Jesús, puedes estar seguro de que ya no eres etiquetado por ese pecado (al menos por cualquiera que cuente… es decir, el Señor). Pero si continúas deleitándote en ese pecado, o le pones excusas y te niegas a reconocerlo como pecado, o no tienes interés en dejarlo arriba…si te niegas incluso a reconocer que has entrado en unión con ese pecado…pues ese es otro asunto para otra discusión. Pero es un asunto serio y peligroso, como mínimo. Lo que yo espero es que aquellos de nosotros que podemos vivir con una terrible culpa del pasado, y que verdaderamente nos hemos arrepentido de esos caminos, seamos liberados al Shalom de Dios; porque, así como Jesús nos ha liberado del pecado, Él nos ha liberado de la etiqueta. Debemos aceptarlo, estar agradecidos, y seguir adelante.
La misma ley también prohibía a un sacerdote casarse con una mujer divorciada. Nótese que las dos cosas ……ser degradado por un acto de prostitución, y ser divorciado…… están como agrupadas. Había una razón para ello; Deuteronomio 24:1 «Cuando un hombre toma esposa y se casa con ella, y sucede que ella no encuentra gracia a sus ojos porque él ha hallado alguna indecencia en ella, y le escribe un certificado de divorcio y se lo pone en la mano y la envía fuera de su casa,,,,,,,,,».
La Torá especifica una causa y sólo una para que un hombre se divorcie de su mujer……que ella haya cometido un acto de inmoralidad sexual. Eso es lo que se quiere decir con «él ha encontrado alguna indecencia en ella» … que realmente no es una observación tan aguda como debería ser. La palabra traducida al español como «indecencia» es en hebreo ervah. Y, ervah significa más literalmente «desnudez» …ervah es un término sexual. En nuestro lenguaje moderno, se traduciría mejor como «descubrió que había cometido un acto sexual inmoral…». No fue hasta poco antes de la época de Jesús que los discípulos de Hillel intentaron hacer el divorcio menos restrictivo diciendo que este versículo se aplicaba a muchos más tipos de «infidelidad» que la sexual. Hasta entonces, sólo alguna forma de infidelidad sexual era motivo legal de divorcio. Así que la idea aquí es que un hombre no debe casarse con una mujer que ha demostrado ser capaz de actividad sexual inmoral, ya sea a través de la venta de su cuerpo o por medio de la infidelidad conyugal.
Ahora, señoras, he aquí un pequeño dato a tener en cuenta en las historias bíblicas: los hombres no eran muy diferentes ayer que hoy. Si un hombre decidía que estaba cansado de su esposa y quería divorciarse de ella, simplemente la acusaba de infidelidad. NO tenía que probarlo. Simplemente la acusaba y punto. De hecho, debido a la Ley, si él PODÍA probarlo el requisito era que ella fuera ejecutada. Y encontrarás muchos casos de divorcio en la Biblia, pero muy pocos de ejecuciones por ello.
La semana pasada hablamos del deber de un hijo hacia sus padres y de que no honrarlos debidamente merecía la pena de muerte. Aquí en el versículo 9, tenemos un buen ejemplo de lo que «no honrar» podría llegar a ser; la hija de un sacerdote que comete un acto de inmoralidad sexual debe ser quemada hasta la muerte PORQUE ella contamina más que a sí misma…ella ha contaminado a su padre. En nuestra sociedad, antes se hacía un guiño a la inmoralidad sexual; ahora se celebra. Para Dios, no hay casi NADA más serio que uno de Su pueblo sea sexualmente inmoral. El método de ejecución de muerte por fuego indica la peor de las peores formas de castigo reservadas para los peores pecados.
Permítanme unos minutos para poner algunas cosas en perspectiva y establecer algunas conexiones. Espero que las últimas semanas en particular nos hayan dado una mejor comprensión de cuán santo es Jehová; y de cómo Él tomará los medios que sean necesarios para proteger Su Santidad; y de que no es sólo Su expectativa, sino Su exigencia, que aquellos que reclaman lealtad a Él sean ellos mismos santos.
Hemos visto una larga serie de ordenanzas y reglas…típicamente llamadas leyes… que detallan cuidadosamente los comportamientos humanos que expresan santidad, y a la inversa, los que van contra la santidad. Por supuesto, lo que suele impactar más al estudiante medio de la Biblia que la enumeración de las leyes es la severidad de las consecuencias, los castigos, de lo que ocurre si uno infringe alguna de esas leyes. Estas consecuencias y castigos suelen denominarse maldiciones…… y, en conjunto, a veces «maldición de la ley».
En el capítulo 20, y aquí de nuevo en el capítulo 21, hemos visto una clasificación de los pecados en una especie de jerarquía de malos y peores, y luego los castigos prescritos…… y recordemos que todo pecado es una violación contra la santidad, la voluntad y las leyes de Dios. Anteriormente en Levítico, por medio de los diversos tipos de sacrificios que se nos enseñaron, lo que cada sacrificio estaba destinado a lograr, el animal de sacrificio requerido para cada tipo, y algunas otras reglas de protocolo de sacrificio se nos mostró de manera concluyente que la doctrina típica de la iglesia que dice que todos los pecados son iguales……que un pecado es un pecado es un pecado…..que robar una barra de chocolate no es diferente a los ojos de Dios que el asesinato….. simplemente no es bíblicamente sólida. Que de hecho algunos pecados son mucho peores y más peligrosos que otros, y esto se expresa por medio del nivel de castigo prescrito atribuido a cada uno.
Y nos sorprende, después de años de habernos enseñado acerca de un Dios paternal, todo misericordioso, todo perdonador y pacífico, que este mismo Dios exigiría que personas murieran quemadas por algunas de las transgresiones más graves cometidas contra Él. Que Él rápidamente apagará la vida y desterrará permanentemente a las personas de Su presencia, para proteger y defender a Su Santidad. Y que cuando dice que alguien debe ser perfecto para estar en Su presencia, quiere decir perfecto.
Aquí está el asunto: aquellos que no han entregado el señorío de sus vidas a Jesús TODAVÍA enfrentan estas mismas consecuencias. Ciertamente, en este mundo, puede que no las reciban como castigo por crímenes que paralelamente violan muchas de las leyes bíblicas de Dios, porque Dios ha delegado el asunto de la justicia a los gobiernos humanos, casi todos los cuales han decidido ir en contra del sistema de Ley y Orden, Crimen y Castigo de Dios, y han establecido el suyo propio. Y vivimos con esos resultados todos los días.
Sin embargo, las consecuencias, las maldiciones de la Ley, serán enfrentadas por aquellos que no conocen a Yeshúa… ya sea por la mano directa de Dios en esta vida, en el más allá, o en ambas. Recuerda que aquí en Levítico, Dios le dijo a Israel: si ustedes no hacen lo que Yo instruyo y no juzgan a quienes violan Mis leyes, ¡YO lo haré! Cortaré con Mi propia mano a aquellos que transgredan contra Mí. A lo que quiero llegar es esto: Cristo, el autor de la Torá, el autor de la Ley, no podría ordenar que tales consecuencias sean requeridas por romper Sus leyes y luego no llevarlas a cabo. ¿Cuánto respeto tendríamos… o, siendo francos, DEBERÍAMOS tener… por un Dios que dicta órdenes, dice que son eternas, y luego dice: "Olvídenlo, he cambiado de opinión"?
Por favor, escuchen lo que voy a decirles: esos castigos prescritos para la violación más grave O ínfima de la Ley SERÁN contabilizados y pagados; hasta el último. No me importa si esa violación ocurrió en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento o hace 5 minutos. Y no importa si un pagano o un Creyente de toda la vida cometió esas violaciones. Cada pecado que cometí, cada una de estas leyes que he violado DEBE ser pagada, sin excepciones. De otra manera la santidad de Dios es un engaño, y cuando Él da un mandamiento es falso y sin sentido. Si yo no pago por mis pecados ALGUIEN más va a pagar…ese es el sistema de justicia que Dios ha establecido. Alguien va a arder en el fuego porque tu o yo hayamos cometido inmoralidad sexual. Alguien va a ser apedreado hasta morir porque tu o yo cometimos blasfemia. Pero en el más asombroso acto de misericordia que el mundo haya conocido, el Dador de la Ley, el Dador de la Torá, el que hizo las leyes y decidió las consecuencias, se ofreció como voluntario para ser ese alguien que asume los innumerables castigos que tú… y yo…. estamos obligados a pagar.
Cuando Jesús colgaba de esa cruz, fue quemado hasta la muerte por Su Padre un millón de veces. Yeshúa fue apedreado hasta morir por un alud de rocas que provenían de la Ira de Dios. Fue cortado, separado de Su pueblo y de Su Padre por Su propio Padre… desterrado por el incontable número de transgresiones que nosotros cometimos, cada una requiriendo esos castigos. (“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, gritó cuando ocurrió ese destierro). Él soportó todas esas horribles consecuencias, una por una y con agonía, las mismas que hemos leído durante meses y acumulado a lo largo de nuestras vidas; esas consecuencias que vienen por violar las mismas leyes que Él ordenó. Y, cuando Él creó esas leyes, sabía de antemano que sería Él mismo quien pagaría el precio por ellas, y en lugar de aquellos que lo aman.
La buena noticia es que al vernos a nosotros mismos como realmente somos a través de los ojos de las leyes del Levítico…y al ver la seriedad de las cosas terribles que hemos hecho en contra de Jehová…algunas antes de conocerlo y otras después…reconozcamos que alguien tiene que pagar por esas cosas……y alguien lo ha hecho y lo sigue haciendo. Mis hermanos y hermanas en Jesús escapamos del fuego por lo que hemos hecho y por lo que hacemos, pero Jesús no.
Y ahora, redimidos y sin tener que enfrentarnos nunca a los justos y terribles juicios de Dios contra nosotros, ¿cómo se atreve el pueblo de Dios a trivializar lo que hizo Jesús declarando que todos esos pecados que surgen de violar esas leyes de la Torá ya ni siquiera pueden cometerse? Que esos principios y mandamientos que Él hizo desde el Cielo, y vino a la tierra a pagar el precio por su violación, son ahora obsoletos y han desaparecido. Tal vez nos haga sentir mejor con nosotros mismos pensar que Dios resolvió el problema del pecado simplemente deshaciéndose de las leyes; pero no es así. Las leyes permanecen, al igual que sus consecuencias; sólo que Jesús es nuestro sustituto; Él es el portador de los horribles castigos requeridos por esas leyes.
Debemos salir de aquí hoy libres, agradecidos, sobrios y decididos a obedecerle. No porque con ello ganemos algo…sino porque se lo debemos a Él. Deberíamos salir de aquí con los ojos abiertos porque muchas instituciones eclesiásticas engañadas piensan ahora que la obediencia ya no importa……pero Cristo murió por cada una de nuestras desobediencias.
La Torá está viva y en buena forma. Las maldiciones de la Torá están vivas. La pregunta es solamente, ¿quién lleva la maldición? Si te has entregado a Jesús, entonces Él ha accedido a cargar con ella por ti, y a liberarte…libre de las consecuencias, no de los mandamientos. Si no te has entregado a Jesús, entonces como dice en Levítico….tu sangre está sobre ti. TÚ pagarás ese precio con tu vida eterna y TÚ llevarás todos esos castigos, sin ninguna esperanza de escapar.
Ciertamente no estoy diciendo que la forma cultural en que los principios detrás de cada una de estas leyes y mandamientos fueron practicados en un tiempo deban ser practicados de manera idéntica en nuestros días. Sin embargo, algunas cosas como las definiciones de, y las prohibiciones contra, la inmoralidad sexual, el juego limpio y la justicia con nuestro prójimo; y mantenernos alejados de lo que es impuro para nosotros, observar el Sabbath, y muchas más de esas antiguas leyes son bastante sencillas y no están ligadas a la cultura. Otras cosas tales CÓMO observamos el sábado, CÓMO celebramos las fiestas bíblicas, los roles de hombres y mujeres en la sociedad, y más, vamos a tener que luchar con ellas. Vamos a tener que aprender a reaplicar esos principios a nuestras propias vidas.
Creo que mi misión es enseñarte la Torá…, el lugar donde se enseñan y demuestran todos estos principios. Sólo recuerda que la Torá es tanto Jesús, el Cristo, hablándote como cualquier frase del Nuevo Testamento. Volvamos a nuestro estudio del capítulo 21.
Con el versículo 10 pasamos de tratar con los sacerdotes ordinarios, al Sumo Sacerdote. El versículo define parcialmente al Sumo Sacerdote hablando de él como el que recibe el aceite de la unción……de hecho en la consagración sacerdotal (como vimos en el capítulo 8) él es el único que es ungido en aceite……los sacerdotes ordinarios no lo son. Y de lo primero que se habla es de la muerte en la familia del Sumo Sacerdote igual que con los sacerdotes ordinarios. Inmediatamente vemos una diferencia: el Sumo Sacerdote no puede tocar el cadáver, ni participar en el funeral, ni siquiera de sus padres. Ni siquiera puede estar en la misma habitación que un cadáver. Y una de las razones principales para esto es porque el Sumo Sacerdote es el único al que se le permite aventurarse en el Lugar Santísimo; por lo tanto, es casi imposible que el Sumo Sacerdote llegue a estar lo suficientemente limpio de haber entrado en contacto con la muerte como para no contaminar de alguna manera la morada de Dios en la tierra.
Además, el Sumo Sacerdote sólo podía casarse con una virgen de la familia sacerdotal. Ahora bien, ningún sacerdote se casaría jamás con una muchacha que no fuera virgen (y tampoco lo harían la mayoría de los hombres israelitas normales); pero los sacerdotes normales podían casarse con una muchacha de CUALQUIER familia levita. El Sumo Sacerdote estaba restringido a solo ciertas líneas familiares dentro de los Levitas para encontrar una esposa; ella debía venir de las clases más altas de los sacerdotes ordinarios.
Por difíciles que hayan sido algunas de estas reglas, el versículo 16 añade otros requisitos estrictos para el servicio en el sacerdocio; específicamente, ningún sacerdote con un defecto puede oficiar una ofrenda sacrificial. La palabra hebrea utilizada aquí es “mum”… y significa una mancha o defecto. Por lo tanto, los sacerdotes que tengan cualquier problemas físicos no pueden presentar ofrendas a Dios. Sin embargo, siguen siendo parte del sacerdocio y reciben su porción habitual de comida y dinero de los sacrificios… así que no es como si fueran expulsados o llevados a la pobreza.
La lista es bastante larga y en su mayor parte se explica por sí misma, así que limitaré mis comentarios al respecto. Los términos ciego y cojo no significan totalmente ciego o incapaz de andar. Ciego puede significar que un ojo está dañado y el otro está intacto. Puede significar que el sacerdote tiene cataratas. La idea es que su visión está gravemente dañada. Cojo puede significar que cojea, que le falta un pie o cualquier otro impedimento para caminar. Pero no significa necesariamente que la persona esté gravemente lisiada, aunque el término PODRÍA referirse a eso en ocasiones.
Se menciona una pierna o un brazo roto porque en esa época no se hacía un buen trabajo al colocar huesos, y una fractura complicada generalmente resultaba en alguna deformidad permanente. Curiosamente, tampoco podía realizar sacrificios alguien con la espalda encorvada o que padeciera enanismo.
Todo este conjunto de reglas sobre manchas y deformidades está ahí porque sigue desarrollando la idea de que la santidad está relacionada con la integridad y la normalidad. Aquí se demuestra a través de atributos físicos, de modo que la persona que va a servir al Señor no debe tener manchas ni ser anormal. Basta con tener una mancha para descalificar a alguien de acercarse a Dios, porque se requiere perfección.
Lo que vamos a encontrar es que debido a que ciertos animales son apartados para la santidad…en la forma de ser las ofrendas sacrificiales aceptables para Dios….obtenemos una lista muy similar de requisitos para su perfección física como para los sacerdotes; de hecho, la lista es un paralelo casi preciso. La cuestión es la siguiente: sólo se puede ofrecer a Dios la perfección. Ningún sacerdote, ningún animal y ninguna persona ordinaria puede tener una mancha y estar en la presencia de Dios. La santidad de Dios es tan trascendente que incluso la insinuación de imperfección es contaminante para Su santidad inmutable, y Él protegerá Su Santidad a cualquier precio.
Así que ahí está la razón de Jesús el Cristo, Yeshúa HaMashiach. Los principios y demandas detrás de estas estrictas leyes de Levítico nunca han sido revocados. Si esperamos acercarnos a Dios, encontrar Su favor, de alguna manera tenemos que ser perfectos, sin la más mínima mancha. Gracias a Dios, el sacrificio de Yeshúa ha expiado nuestros pecados tan completamente que nuestras manchas han desaparecido. Su Agua Viva nos ha lavado tan profundamente que, para Dios, somos perfectos, sin mancha. No porque SEAMOS perfectos… no porque hayamos merecido la perfección ni alcanzado la perfección… sino porque hemos sido DECLARADOS perfectos. Así como los sacerdotes de Israel aprendieron que una respuesta adecuada al honor inconmensurable de servir al Dios Todopoderoso era amarlo con toda su mente, alma y fuerzas, así también deberíamos hacerlo nosotros. Y la manera de hacerlo es como ellos se esforzaron en hacerlo: ser obedientes a Su voluntad, guiados por el Espíritu Santo, y hacerlo con alegría y gratitud por lo que Él ha hecho por nosotros.
Pasaremos al Capítulo 22 la próxima semana.